Buceando en La Aldea de San Nicolás. La Seifiera
Van a ser las siete y media, el despertador no ha sonado y ya yo estoy despierta. Esto me recuerda mi niñez, la noche anterior al Día de Reyes, dormía inquieta y me levantaba temprano, sonrío y me levanto.
Tras un sencillo desayuno, tan necesario para la actividad, bajo con mi equipo de buceo al coche y me dirijo al punto de encuentro, nuestro querido muelle de La Aldea de San Nicolás. El paisaje es envidiable por lo maravilloso, gran luminosidad y nitidez que permite vislumbrar no sólo el Teide sino toda la isla de Tenerife. La mañana promete.
Llego al punto de encuentro, y a la hora acordada llegan mis compañeros sonrientes y felices por lo que nos espera. Montamos nuestros equipos, se prepara la zodiac, subimos a ella, soltamos amarras y por fin navegamos hacia el punto de inmersión:
Las Seifieras.
No sopla viento, el mar está en calma, la adrenalina fluye, me encanta esta sensación, me hace sentir viva, me hace sentir feliz.
Llegamos al punto, anclamos y nuestro guía realiza el “briefing”, nos equipamos y “al agua”. Vamos a proa y en el cabo del fondeo ok, ok y descendemos. Primeros metros, incertidumbre, ¿compenso?, ¿todo ok?, sigo bajando, respiración profunda, paz, relax, estoy en “mi medio”, veo la vida, floto, respiro, vivo,…, disfruto.
Palometas con su cola en forma de horquilla, nos dan la bienvenida y en seguida desfila una agrupación de Seifías. En las oquedades aparecen Catalufas mientras alrededor merodean Viejas y Cabrillas. Entre los equinodermos diferentes erizos y estrellas ponen su nota de color sobre las rocas. Mientras la Lady escarlata hace su trabajo en la boca de una morena, dos Anémonas enmarcan lo que sería una pintura de museo. Y de repente, como salido del espacio exterior,…, un precioso Gallo moruno, con su pequeño hocico y su coloración grisáceo-verdosa con reticulado azul.
El tiempo transcurre rápido, los ordenadores avisan de lo que el manómetro ya nos hacía temer, sin embargo no nos venimos sin gozar de un amplio banco de Roncadores que por poco nos ponen a roncar a nosotros de tanto disfrute.
Ascendemos, la inmersión ha terminado, lo único que me salva de la tristeza de volver a superficie es la compañía de mis amigos y la ilusión de saber que seguiremos buceando juntos.
Lola Santana. Licenciada en Ciencias del Mar. Dive Rescue de la Asociación MontyMar